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Vivir en el Corredor Seco Centroamericano; cómo la unidad y la asistencia especializada ayuda a fortalecer cosechas, familias y comunidades

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Oficina Permanente para Europa

 

En El Salvador, pequeñas comunidades de campesinos trabajan unidas para superar las dificultades que implica ser parte del Corredor Seco Centroamericano, un territorio caracterizado por la sequía y las inundaciones. Gracias al programa ARAUCLIMA, de la Cooperación Española, el IICA brinda protección financiera a cientos de familias para combatir el daño a las cosechas, la inseguridad alimentaria y la migración climática.

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Octubre 2021.- El Corredor Seco Centroamericano es una franja territorial de 156 millones de kilómetros cuadrados que se extiende desde la costa occidental de Chiapas (México), hasta el oeste de Panamá. Un total de 30 millones de personas azotadas por fenómenos climáticos extremos como la sequía e inundaciones. El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), gracias al programa ARAUCLIMA de la Cooperación Española, brinda asistencia técnica a un total de 300 familias agricultoras de la región para fortalecer la adaptación a la escasez hídrica y la sequía. La comunidad de Los Lotes y de San José Villanueva, en El Salvador, son unas de ellas.

 

María Neri Guzmán, al igual que su madre y su abuela, creció entre milpas, en la orilla costera de la ciudad de Los Lotes, departamento de La Libertad. Ahí, junto a las mujeres de su familia, desde pequeña aprendió a cultivar y comercializar granos. Hoy es una agricultora clave para el desarrollo rural de su comunidad, sin embargo, la escasez de agua afecta gravemente su producción y la de sus vecinos:

 

“Cuando no llueve hay partes que se secan y por falta de recursos dejamos la tierra así. Cuando las cosas mejoran, volvemos a sembrar, pero esto afecta nuestra situación económica porque por un periodo no hay cosechas”, cuenta.

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La agricultura y la ganadería representan la base fundamental para la economía local, además de ser el sustento diario de miles de familias salvadoreñas que se dedican a estas labores. Como en los demás países de la región, la interrelación entre el campo y la ciudad es fundamental; las cosechas y granos producidos se distribuyen en los mercados locales, contribuyendo a la seguridad alimentaria – la disponibilidad continua de alimentos nutritivos a precios justos para productores y consumidores. Asegurar una buena cosecha es indispensable para su subsistencia y la de toda la comunidad.

"Sólo uniendo nuestro esfuerzo y conocimientos, podemos mejorar los cultivos y desarrollarlos de mejor manera” comenta Víctor Guzmán Martínez, habitante del soleado municipio de San José de Villanueva, también en el departamento de La Libertad. Son más de trece mil personas que como Víctor conviven en esta zona ampliamente rural y dependiente de la agricultura; para vender sus productos y abastecer los mercados locales, los campesinos deben trasladarse unos 13 kilómetros hasta Santa Tecla, uno de los centros urbanos más importantes del país.

Víctor es presidente de ADESCO “Santa María El Banco” – los ADESCOS son asociaciones de desarrollo comunal que trabajan en conjunto con las alcaldías y gobiernos locales para la promoción e implementación de proyectos que benefician a las comunidades – . Como agricultor, se dedica al cultivo de granos básicos. Su cantón se especializa en el maíz, frijol, maicillo, ayote y ajonjolí. Históricamente, la escasez hídrica y las sequías – características del Corredor Seco Centroamericano – son culpables de un importante porcentaje de las pérdidas originadas por el cambio climático. La más afectada es la producción de maíz y frijol:

“En la temporada seca podemos perder hasta un 75% del cultivo, lo que nos hace vivir una situación económica muy difícil. De esa cosecha esperamos vivir y alimentar a nuestros animales durante la temporada baja”, señala.

El proyecto Protección Financiera para la Gestión de la Sequía y Adaptación a la Escasez Hídrica en la Agricultura del Corredor Seco Centroamericano en el marco del Programa ARAUCLIMA de la Cooperación Española y ejecutado por el IICA, busca diseñar un mecanismo financiero vinculado a prácticas adaptativas para la gestión de la sequía a nivel productivo, además de brindar recomendaciones para considerar mecanismos de protección financiera en las políticas públicas del sector agrícola.

Los productos financieros como cuentas corrientes o de ahorro, créditos, seguros, fondos de reserva y fondos revolventes, entre otros, les brindan a los productores la posibilidad de acumular activos de manera segura, realizar inversiones, tanto en capital humano como físico. “Esta transferencia de riesgos permite a los productores o a los actores económicos prevenir o incluso aminorar los impactos que pueden tener ante eventualidades o fenómenos climáticos que puedan sufrir. Y también permiten cubrir a productores ante posibles pérdidas, ya sea parciales o totales, en sus sistemas productivos”, señala Karen Montiel, Especialista técnica en Sostenibilidad Agropecuaria del IICA.

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La creación de un Fondo Revolvente en El Salvador ha llevado esperanza a los pequeños agricultores familiares que desean trabajar sus tierras y obtener buenas cosechas, avanzando un paso hacia la obtención de productos financieros en el futuro. “Estamos agradecidos por los insumos que nos han dado y por las capacitaciones, donde aprendemos técnicas que luego podemos poner en práctica para mejorar la cosecha”, afirma María Neri Guzmán.

Gracias a ello, las comunidades de este municipio han mejorado o implementado algunas prácticas tales como el uso de barreras vivas, abonos orgánicos, cobertura vegetal, diversificación agrícola, acequias de infiltración para obtener mejores rendimientos a la hora de cosecharlas, así como prácticas para enfrentar el cambio climático y las sequías extendidas.

A mediano plazo, Víctor al igual que otros miembros de su organización y comunidad, esperan poner en práctica todos estos nuevos conocimientos en las parcelas donde cultivan, y que la inclemencia climática no les afecte tanto como en años anteriores.

“Mi sueño como productor es que todos tengamos acceso a créditos para comprar los insumos necesarios para una buena cosecha y que podamos comercializarla bien y no a bajo costo, como tenemos que hacer a veces por necesidad”, confiesa, e indica que anteriormente su comunidad no estaba organizada, por lo que no había muchas oportunidades para recibir y gestionar apoyo. Con la organización comunitaria eso cambió: "Sabemos que unidos como comunidad podemos lograr beneficios para todos y no solo para una persona; es importante agruparse para que se vea armonía en este sector”.

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Él y otros habitantes de la comunidad San José Villanueva, consideran que el impacto del proyecto ha sido muy bueno; todos los días implementan las prácticas aprendidas para obtener mejores cosechas y aumentar poco a poco la resilencia de sus granjas: "Desde hace 5 años no quemo el rastrojo y con esa pequeña ayuda que le he hecho al suelo, han mejorado muchísimo la calidad de los cultivos", cuenta Víctor. 

“Con las capacitaciones que hemos tenido, en cinco años tendremos muchos conocimientos para lograr buenas y abundantes cosechas, además esos préstamos nos ayudan, porque ya no andamos afligidos por comprar los insumos”, confiesa María.

 

Estos aprendizajes contribuyen al fortalecimiento no sólo de las cosechas, sino que hacen más resilientes los suelos, empoderan a personas, mujeres y jóvenes rurales; a largo plazo todo este apoyo impacta y suma un grano de arena en la lucha contra la inseguridad alimentaria, la crisis del cambio climático y la devastación de las migraciones. El potencial de cambio está en entregar herramientas a estos pequeños agricultores y comunidades rurales que serán la clave de la transformación que el mundo necesita.

 

 

 

 

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